La Identidad Digital: Límites entre la libertad de expresión e información y el derecho a la intimidad

La Identidad Digital: Límites entre la libertad de expresión e información y el derecho a la intimidad

¿Quiénes somos realmente en Internet? ¿Somos responsables de nuestra información? El desarrollo de las TIC ha creado un nuevo escenario donde se desarrollan las relaciones personales y profesionales, mediante internet y la web 2.0. A través de ahí creamos nuestra reputación; que no deja de ser un producto fabricado y acumulado en el tiempo donde participan numerosos actores en base a diferentes percepciones, por lo que es muy fácil perder su control efectivo. Precisamente con la creación de nuestra identidad digital es cuando nos enfrentamos a las amenazas más importantes sobre nuestra privacidad.

El espacio democrático en el que se ha convertido internet permite canalizar al resto de usuarios las libres opiniones e ideas de forma inmediata, donde todo perdura. La libertad de información plantea dos limitaciones importantes: la veracidad y la relevancia pública. Es decir, cada publicación que se realice de otra persona deberá ser contrastada previamente y deberá tener relevancia e interés general. Pero la red no depura, ni filtra los contenidos antes de ser publicados. Y el interés de cada información es relativo.

Por otro lado, el derecho a la intimidad pretende crear una burbuja personal en el que una persona puede libremente impedir la intromisión de terceros en su vida privada, como así lo reconoce nuestra Constitución. En muchas ocasiones esa limitación de la vida privada fácilmente puede traspasarse del círculo de relaciones personales. Para las redes sociales por ejemplo, es importante sacrificar esa frágil barrera de privacidad para que los usuarios compartan información con el resto de internet y así generar conversación y nuevos contactos. Seguramente a la mayoría nos habrá tocado configurar nuestra cuenta de Facebook para limitar compartir nuestra información con el resto del mundo. A todo esto debemos sumarle la facilidad que tienen otros usuarios para subir y etiquetar imágenes donde aparecemos. Debido a la velocidad en la que se mueve la información en la práctica, no permite hacerlo de una forma mejor.

Ante la falta de una normativa eficaz (y capacidad técnica) que pueda regular y depurar cada uno de los contenidos que se generen en internet, podemos ver que el único límite que persiste es no atentar contra las personas. Al igual que ocurre en la prensa, la calumnia, la injuria o la difamación son los delitos que directamente pueden derivar de los límites de estos derechos; y que son igualmente aplicables en internet. De hecho Internet es considerado a día de hoy como el lugar más propenso a ser cometidos.

De todas maneras la identidad digital en mucha medida depende directamente de un uso responsable de la misma y de la propia conducta del usuario; mediante una gestión segura y responsable de lo que hacemos. Todo lo que difundamos nos puede venir en nuestra contra un día después. Internet no necesita asegurar la veracidad de los hechos antes de ser publicados y nadie va a retirar contenidos porque sí sin antes ser denunciados. Y rastrear cuál es el origen o editor de una información de cara a defender unos hechos, cuando todo se puede realizar desde el más absoluto anonimato, puede convertirse en algo totalmente imposible.

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